martes, 14 de agosto de 2007

¿Cuándo hablamos de cultura popular?

Poder entender y manifestar las diferentes CULTURAS es un derecho y una obligación para la construcción de la libertad y la expresión de un país independiente y plural.

El poder dominante[1], desde los tiempos de la colonización, trabaja para imponer el “modelo occidental”[2] como “el” modelo de cultura legítima. Modelo que ha sido usado como vara para medir lo qué es y lo que no es cultura. De este modo todo valor, manifestación y concepción del mundo que se aleje de lo que este poder (representando por diferentes instituciones[3] y sujetos a lo largo de la historia) define como arte, culto, civilizado, es catalogado como del orden de lo natural (como oposición a lo cultural), es decir como bárbaro, salvaje y bajo: más ligado a los instintos y los deseos relacionados con ellos. Con esta operación lo que se buscó y busca siempre es eliminar las diferencias y las disidencias, es decir, el conflicto que evidentemente generan estas operaciones de imposición por la fuerza o hegemónicas (a través del consenso - sin uso de fuerza-).
En la actualidad hay diferentes concepciones de cultura y en las charlas nos hemos ido acercando a la que dice que la cultura es un sistema de significados, actitudes y valores compartidos, más las formas simbólicas (representaciones, artefactos, objetos) en las cuales cobran cuerpo.
Asimismo, esta definición también es tomada por otros sectores que buscan imponer un modelo único, generalizando algo que en realidad está íntimamente vinculado con las condiciones de donde surgen. Vale decir, es eso pero no es un sólo sistema de valores, ni es uno ni es siempre el mismo, porque los procesos culturales son dinámicos y tienen mucho que ver con los contextos políticos, sociales y económicos de cada grupo, clase, etc.[4] Por lo tanto, hay una diversidad sistemas de valores y de prácticas.
Así entonces, para recuperar una definición de cultura popular que no sea considerada como la hermana menor (“menos evolucionada”) de la cultura culta ni como su denigración, debemos reintegrarle a la definición de cultura, además de su característica de sistema de valores, etc. su dimensión de conflicto. Es decir, de lucha entre diferentes sectores sociales -con diferentes modos de ver y vivir el mundo- por la apropiación del sentido, por la definición del sentido de las cosas.[5]
Al hacer esto estaríamos devolviéndonos también una definición politizada de cultura, una definición que ponga este conflicto de valores y visiones en evidencia, algo que los sectores dominantes siempre quieren ocultar bajo el manto de la “neutralidad”[6]. Lo político, así, es el gesto de reponer y hacer visible este conflicto y plantear la discusión de la cultura del movimiento y de la cultura que queremos para el país en función de ello y de los ejes que venimos trabajando: identidad, memoria y participación.[7]
Lo importante a esta altura es redefinir lo que entendemos por cultura, porque si la seguimos pensando sólo como algo abstracto (como sistema de valores sin situarlo en un contexto) o como expresiones artísticas, costumbres o tradiciones separadas de las condiciones económicas, sociales y políticas a partir de las cuales surgen y adquieren sentido (es decir su contexto de producción/construcción) estamos aceptando un definición esencialista o naturalista (como algo que siempre fue así y que no puede cambiarse); cuando son sentidos construidos por diferentes sectores de la sociedad (con mayor o menor poder, y de ahí las relaciones de dominación-subordinación) en determinados momentos de la historia y en base a ciertas relaciones sociales, políticas y económicas.[8]
Olvidarnos de esto es aceptar una concepción despolitizada de cultura, significa olvidar que cuando nos dicen que alguna desigualdad es “natural” y que está dada por los “niveles” de cultura[9], por ejemplo, hay detrás una operación política, ya sea porque se la sostenga desde un lugar de poder o porque haya sido internalizada desde un lugar de subordinación (lo que también nos habla de una relación de poder desigual).
Para comenzar a politizarla, entonces, es necesario en principio entender que no existe LA CULTURA como quieren hacernos creer, sino LAS CULTURAS, como nosotros podemos comprobar a través de nuestras experiencias de las diferencias. Es decir, asumir que en el espacio de la CULTURA se manifiestan los distintos modos de entender el mundo y las relaciones que se dan en él: el modo de entender la vida, lo social, el trabajo, la familia, la participación, lo importante y lo no importante, etc. Como también los conflictos que se producen entre estas miradas e intereses distintos.

Cultura Popular y Cultura Elitista

La designación CULTURAS POPULARES también refiere a las expresiones del pueblo: a nuestras historias, identidades, costumbres y memorias, a nuestras formas de entender la vida. Por ello el concepto CULTURA debe incluir a las CULTURAS POPULARES como espacio legítimo de participación social.[10]
Asimismo, recordemos que lo que entendemos por “la cultura” se teje a partir de relaciones de poder, y que es en el espacio de la cultura donde construimos nuestras identidades.
Tenemos entonces que la cultura popular es la cultura del pueblo y tiene una lógica participativa, mientras que la cultura elitista que está destinada a los “cultos, los entendidos, los profesionales”, tiene una lógica restrictiva.
A través de esta oposición, aunque esquemática porque siempre entre una y otra hay cruces, contactos y apropiaciones, podemos ver dos tipos de concepciones de cultura, una (la elitista) que busca la diferenciación a partir del “buen gusto” y las “prácticas culturales cultas”, privilegiando concepciones individualistas y pretendiendo siempre mantener el control ideológico de todos los sectores de la sociedad. Y otra que, cuando está concientizada del lugar que le quieren otorgar, busca sus propias formas de construir la identidad, la participación y la memoria.
La cultura elitista como su nombre lo indica está pensada para una elite, es decir para un grupo reducido, para pocos, por ello decimos que es individualista (uno de sus principales valores). Por que no trata de integrar a partir de las diferencias, sino que busca distanciarse (separarse del pueblo) y vaciar el sentido político de esas diferencias, para que ya no tengan el poder de cuestionar el orden impuesto, con sus desigualdades sociales, políticas y económicas.
[1] Con sus transformaciones y mutaciones a los largo de la historia (iglesia, monarquía, estado, mercado, etc.)
[2] Heredero de las culturas griegas y romanas.
[3] Estado, mercado, universidades, escuelas, etc.
[4] Pensemos en el movimiento piquetero, que emerge en un momento particular del país, en ese y no en otro, en la Argentina y no en Chile, por decir un ejemplo, esto nos habla de que hay cierta historia de luchas populares que por cercanía u oposición (ej. en ese momento la lucha sindical oficial (CGT) estaba muy vinculada al menemismo y el movimiento piquetero se define enfrentado con aquel, al igual que con el clientelismo del PJ) marcan ciertas características, como las que se dan a partir de las prácticas que se fueron construyendo colectivamente (cortes de ruta, etc.). O los cambios por ejemplo que se van dando en Barrios al variar en algunos puntos el contexto político, económico y social que hace que ahora la lucha por el cambio social esté planteada en varios frentes, incluido el estatal. Por ello es que se puede decir que los procesos culturales son dinámicos y no fijos en el tiempo y el espacio. No son tampoco fijos en el espacio, porque más allá de que todos los que conformamos Barrios de Pie construimos una identidad general común, mantenemos nuestras diferencias relacionadas con el lugar donde vivimos, la cultura más general de esa zona, su historia, etc.
[5] Esto que estamos haciendo, de debatir y tratar de acordar qué entendemos por cultura es parte de ese proceso de lucha.
[6] Decirse neutrales es tomar una postura política que tiene la intención de no mostrar las relaciones de poder (dominación-subordinación) en que se basa el orden social, económico, político y cultural.
[7] Que se convierten en valores para nosotros.
[8] Lo cual nos incluye como productores también a nosotros.
[9] Recordemos que en la jerarquía dominante popular es inferior a culto, y por lo tanto es menos meritoria de legitimidad, participación, poder, etc.
[10] La idea no es cambiar una dominación por otra, sino que todas tengan legitimidad en el espacio socio-cultural, económico y político.

Notas
[1] Con sus transformaciones y mutaciones a los largo de la historia (iglesia, monarquía, estado, mercado, etc.)
[2] Heredero de las culturas griegas y romanas.
[3] Estado, mercado, universidades, escuelas, etc.
[4] Pensemos en el movimiento piquetero, que emerge en un momento particular del país, en ese y no en otro, en la Argentina y no en Chile, por decir un ejemplo, esto nos habla de que hay cierta historia de luchas populares que por cercanía u oposición (ej. en ese momento la lucha sindical oficial (CGT) estaba muy vinculada al menemismo y el movimiento piquetero se define enfrentado con aquel, al igual que con el clientelismo del PJ) marcan ciertas características, como las que se dan a partir de las prácticas que se fueron construyendo colectivamente (cortes de ruta, etc.). O los cambios por ejemplo que se van dando en Barrios al variar en algunos puntos el contexto político, económico y social que hace que ahora la lucha por el cambio social esté planteada en varios frentes, incluido el estatal. Por ello es que se puede decir que los procesos culturales son dinámicos y no fijos en el tiempo y el espacio. No son tampoco fijos en el espacio, porque más allá de que todos los que conformamos Barrios de Pie construimos una identidad general común, mantenemos nuestras diferencias relacionadas con el lugar donde vivimos, la cultura más general de esa zona, su historia, etc.
[5] Esto que estamos haciendo, de debatir y tratar de acordar qué entendemos por cultura es parte de ese proceso de lucha.
[6] Decirse neutrales es tomar una postura política que tiene la intención de no mostrar las relaciones de poder (dominación-subordinación) en que se basa el orden social, económico, político y cultural.
[7] Que se convierten en valores para nosotros.
[8] Lo cual nos incluye como productores también a nosotros.
[9] Recordemos que en la jerarquía dominante popular es inferior a culto, y por lo tanto es menos meritoria de legitimidad, participación, poder, etc.
[10] La idea no es cambiar una dominación por otra, sino que todas tengan legitimidad en el espacio socio-cultural, económico y político.